viernes, abril 20, 2007

Sangre de Campeón: 3. -Un campeón valora a sus hermanos

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Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Sangre de Campeón
Novela formativa con 24 directrices para convertirse en campeón.
Ciudad de México
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Fuimos al patio. Procuré no mirar la sangre en el piso.

- Ayúdame a levantar esto –le pedí a Carmela.

- Felipe, ¿qué vas a hacer?

- Si mi hermano guardaba un secreto en el techo de la casa, tengo que descubrirlo.

Se llevó una mano a la boca y exclamó:

- ¡Virgen Santísima! ¡No subas! ¡Te puede pasar algo!.

Comencé a mover la escalera. Carmela me auxilió a regañadientes. La pusimos donde el terreno estaba más firme, pero en cuanto miré hacia arriba me arrepentí de lo que iba a hacer. Era demasiado alto. Carmela suplicó:

- Mejor vamos adentro, Felipe. Prepararé la merienda.

Asentí. Los fantasmas de la preocupación y la duda comenzaron a atormentarme: “¿Y si mi hermano se muere?, ¿ Y si queda paralítico?,”¿Y si no lo vuelvo a ver?”

Traté de tranquilizarme. Recordé que papá había escrito una carta para explicarme algunas de sus ideas. Tuve deseos de leerla. Quería comprender los castigos, los enojos y la frialdad de los adultos. Carmela fue a la cocina; yo a mi cuarto. Busqué uno de mis pantalones sucios cuya bolsa había metido el sobre. Todavía estaba ahí. Lo abrí. La carta, decía:

Felipe:

La situación entre tu hermano y tú es intolerable. No puede continuar.

Un hermano es el mayor tesoro de la tierra. Los hermanos se necesitan mutuamente, forman parte uno del otro y, al pelearse, abren heridas muy profundas que duelen durante toda la vida.

Los hermanos comparten el amor y la alegría de sus padres, pero también los problemas y las lágrimas. Cuando hay carencias, pasan hambre juntos; cuando sus papás discuten, ellos sufren; cuando es Navidad juegan con los mismos juguetes; en vacaciones, se divierten al mismo tiempo.

Los hermanos crecen juntos; no son rivales; tienen la misma sangre, el mismo origen; se formaron en el mismo vientre; fueron besados, abrazados y amamantados por una misma madre. Es normal que, a veces, discutan, pero nunca se guarden rencor, se tengan envidia o se falten el respeto.

Conozco hermanos que, al morir sus padres, se demandaron, se traicionaron y hasta se maldijeron por causa de la herencia. Esto es una aberración.

Felipe, compréndelo: La amistad y el amor entre hermanos no puede ni debe cambiarse por cosas materiales.

Tuve una maestra en la primaria que me platicó una leyenda al respecto:

Hace muchos años había dos hermanos. Sus padres tenían un enorme terreno y bodegas donde guardaban las semillas para vender. En un repentino accidente, los padres murieron y ellos quedaron huérfanos. Ambos heredaron la misma cantidad de dinero. Uno de ellos era casado y el otro era soltero.

El casado decía:

- ¡No es justo que mi hermano menor haya heredado lo mismo que yo! En realidad debería tener más, porque desea estudiar en otra ciudad, poner un negocio y alcanzar grandes sueños. Yo, en cambio, tengo la vida resuelta, mi esposa y mis hijos me ayudan y, en realidad, poseemos más de lo que necesitamos.

Entonces, por las noches, tomaba un saco de semillas y, en secreto, lo arrastraba hasta la bodega de su hermano para que él tuviera más.

El hermano menor también estaba disconforme con su parte de la herencia:

- ¡No es justo que mis padres nos hayan dejado la misma cantidad a los dos! – decía-. Yo estoy solo y casi no gasto nada. En realidad mi hermano mayor necesita más, pues tiene hijos y esposa que mantener. Voy a ayudarlo dándole parte de mi herencia.

Así, cada noche, tomaba un saco de semillas y lo llevaba en la oscuridad hasta la bodega de su hermano para que él tuviera más.

Ambos se regalaban una buena cantidad de granos en secreto. Pasaba el tiempo; ninguno de los dos comprendía porqué sus reservas no bajaban, hasta que una noche, se encontraron en la mitad del camino.

- ¿Qué estas haciendo? – preguntó uno.

- ¿Y tú? – preguntó el otro -. ¿Qué estas haciendo?

Entonces comprendieron lo que sucedía, dejaron caer los sacos a sus pies y se abrazaron muy fuerte.

- ¡Gracias hermano! –le dijo el mayor al menor- Eres el tesoro más grande que Dios me ha regalado. Te estaba llevando algo de mis semillas ero, con gusto, daría la vida por ti.

El menor, con lágrimas en los ojos, contestó

- Gracias a ti, hermano. Has sido mi consejero y compañero siempre. No podría pagarte eso. Te regalaría todo lo que tengo, si con ello pudiera ver siempre felices a tu esposa, a tus hijos y a ti.

Cuenta la leyenda que ese lugar fue bendecido por Dios.

Felipe: los hermanos, con sus actos, pueden bendecir o maldecir la casa. Cuando se pelean, dejan entrar a las fuerzas del mal y el hogar se llena de demonios; cuando se ayudan y se quieren, Dios se complace y envía ángeles protectores a esa familia.

Nunca maldigas nuestro hogar. Bendícelo.

¡Cómo quisiera decirte hijo mío, que te amo con todo mi ser! Si he fallado al demostrarte mi amor, por favor, perdóname...

Tu madre y yo, a veces cometemos errores, lo reconozco, pero no tenemos nada en contra tuya.

Con frecuencia, el hijo mayor de las familias se vuelve muy responsable, porque se le exige más que a los otros; los hijos de en medio se vuelven independientes, porque se les descuida un poco, y el hijo pequeño se hace un despreocupado porque se le consiente demasiado.

Felipe, cada lugar en el orden familiar es hermoso, tiene ventajas y desventajas; no reniegues por la parte que te tocó. Jamás sientas celos de tu hermano. Si algún día tienes riquezas, y él no, compártesela. Tiéndele la mano.

Cuándo te pida que protejas a Riky por ser el menor, no te enojes, no lo tomes como una obligación desagradable, ¡considéralo un privilegio! No todos los niños del mundo tienen hermanos. Tu tienes uno ¡Cuídalo!

Recuérdalo siempre: ustedes forman parte el uno del otro. Pocas cosas le pueden provocar un daño espiritual más profundo a alguien que vivir peleando con su hermano...

Terminé de leer la carta de mi padre. La doblé con cuidado. Sentí una repentina angustia; corrí al teléfono y lo tomé con ambas manos.

- ¡Suena! – le dije al aparato-. Necesito saber cómo está Riky.

El timbre del teléfono permaneció silencioso.

Tenía muchas ganas de llorar. Carmela me llamó:

- ¡Felipe, ya está tu cena!

No hice caso. Salí al patio y miré hacia arriba. La escalera era larga, pero necesitaba saber de una vez lo que escondía mi hermano en el techo. Me armé de valor y comencé a subir. Al fin, llegué hasta arriba; me sorprendió ver un tiradero de pintura, botes sucios y una brocha. Parecía que Riky había estado jugando a... ¿Ser pintor? No.

Recordé algo: Cada mañana, al empezar a pintar, me sorprendía de cuanto había avanzado el día anterior y de como algunos de mis brochazos parecían demasiado malos. También recordé que siempre había muchas gotas de pintura en el suelo. ¡Era eso! Mientras yo hacía la tarea de matemáticas encerrado en mi cuarto, por las tardes, Riky pintaba la casa para ayudarme. ¡Había querido disminuir mi castigo dándome una mano en secreto!

Entonces me puse en cuclillas y lloré. Sentí las sombras del dolor y la culpa cayendo sobre mí.

- ¿Por qué? – dije en voz alta-, ¿por qué si a Riky no le pasó nada en la fosa de clavados, ahora se lastimó aquí? En la casa. El solo quería ayudarme...

Moví la cabeza tratando de apartar a los fantasmas del remordimiento.

Dios mío, - continué- si yo ocasioné todo por mis malos deseos, no castigues a Riky. ¡Castígame a mí! Por favor. Tú sabes que peleamos todo el tiempo, pero yo lo quiero mucho y si algo le pasara, no sé que sería de mi vida...

Después de un rato, baje con mucho cuidado de la azotea. Comí un poco. Puse el teléfono frente a mí, y lo miré durante horas hasta que me quedé dormido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias si que lo necesitaba

Unknown dijo...

que peo necesito otra cosa
como hacemos

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